En el año 1915 mi mujer, mi
hija y yo vivíamos en Calais en una casa bonita y acogedora. Mi hija estaba a
punto de cumplir los 5 años cuando me llamaron del ejército. Mi mujer, Ana no
quería que me alistara pero al final no tuve elección.
El día antes de marcharme de casa mi hija me dijo que por qué me
marchaba al día siguiente y yo le dije que para luchar contra unos señores
malos y ella me dijo con voz inocente…¿y eso está bien? Y yo, con voz triste
respondí que no. Antes de que mi hija se durmiera me dio llorando su collar de oro, dentro estaba una foto de
mi mujer y ella el día de navidad. Llorando yo también le di las gracias y le prometí que volvería.
5 meses después me encontraba en una trinchera luchando en una guerra
inútil por la paz en la que todos perdíamos.
Luchamos por
la patria decían…más bien luchaban por orgullo.
No sabía nada ni de mi mujer ni de mi hija desde el día que me marche
de casa. Esa noche mi hija tenia pesadillas…gritaba ¡papá papá vuelve!. No me
acostaba una sola noche sin besar la foto dentro del collar en la que salían las dos chicas que más quería en
el mundo.
Un día salimos de las trincheras para conquistar terreno del
enemigo...fue horrible.
¡No mires atrás! me gritaba uno de mis mejores amigos de las trincheras.
Yo seguía corriendo y oía los disparos a mi alrededor …oía gritos de
dolor, gritos pidiendo ayuda,…esos gritos me acompañaran hasta el día de mi
muerte.
Me di la vuelta a pesar de que mi cerebro me gritaba que no lo
hiciera y lo que vi me dejo marcado de por vida.
Todos los que habían salido junto conmigo, incluido mi amigo, estaban
en el suelo tirados como títeres sin cuerdas, con la mirada fija en el cielo
sin sol…¡oh … hacia tanto que no veía el sol, ni comía una buena comida, ni dormía
sin tener pesadillas!, ni veía sonreír a mi hija…maldita guerra injusta.
Mientras corría una bala me alcanzó en el pecho…pero ¡el colgante de
oro de mi hija me salvo la vida!
Al final logré sobrevivir a la guerra y volver a casa…cuando llegué,
mugriento y con muchísima hambre me abrió la puerta mi hermana.
-
¿Qué haces
aquí? Le pregunte.
-
Cuidar a tus
hijos, me dijo.
-
¿Hijos? Le
pregunte extrañado.
-
Tia Nora ¿quién
es ese señor tan sucio?
-
Es tu padre Diego…
Entonces lo comprendí, comprendí por qué ese niño se parecía tanto a mí,
era mi hijo!
-
¡Hijo mío! le
dije y le abracé
De repente llego una chica de 11 años con los mismos rasgos que su
madre y los ojos de su padre…
-
¡Hija mía! le
dije
-
¡Papá! dijo
mi hija en medio de lágrimas
-
¿Dónde está
tu madre? Le pregunté
Al momento todos se pusieron tristes, y me dijeron que mi mujer
estaba muerta, había fallecido de cáncer y no me pude despedir.
A pesar de las dificultades logré pasar la depresión que esta noticia
trágica me provocó y viví el resto de mi vida junto con mis amados hijos.
La guerra no había logrado vencerme.
Rut Suárez García 3º ESO
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